Michelle Farah Chalita
31 años, Jugadora profesional de Rugby
Por Aletse Torres
Ilustración por: Alejandra Artiga|@loopartdesign
Michelle Farah Chalita, tiene 31 años, le gustan las actividades al aire libre, la historia, convivir con su familia y conocer nuevas personas. Nació en Guadalajara, Jalisco, pero actualmente vive en Melbourne, Australia.
Desde que tiene memoria el deporte ha estado presente en su vida, eso se lo debe a su mamá, persona que se convirtió en su inspiración para practicar más de una disciplina a lo largo de su juventud. Comenzó en los escenarios de ballet, pasó por las canchas de atletismo, fútbol, basquetbol y voleibol. Pero no fue hasta la universidad que se encontró con el rugby. No sabía ni qué era ni cómo se jugaba, pero practicarlo le cambió la vida.
La primera vez que “Mich”, como amorosamente le llaman, pisó una cancha de rugby fue por accidente, ella salía de clases y pasaba a ver el partido como símbolo de apoyo para sus compañeras. Ese día, el equipo de rugby de la Universidad ITESO estaba incompleto, así que a unos minutos de comenzar el encuentro, la convencieron para entrar a jugar.
La mayor parte del partido estuvo fuera de lugar, no logró ni un punto e hizo más de una falta, pero un sentimiento recorrió su cuerpo en cada paso que dio en la cancha.
Ese día, sin saberlo, hizo del rugby, su nuevo amor: “Mi primer partido estuvo muy mal estuve fuera de lugar, no supe ni qué hice, la verdad corrí mucho, pero me divertí y sentí una adrenalina que me encantó y dije: aquí me quiero quedar”.
Las habilidades de Mich para este deporte de evasión y contacto fueron creciendo. Esto lo detectó Héctor Cordero, su entrenador en la universidad, él la impulsó para darlo todo en la cancha, pero fue su determinación lo que la hizo formar parte de la Selección Nacional de Rugby en 2011, también conocida como “Las Serpientes”.
Ya como seleccionada, en 2011, jugó en la competencia internacional North American Caribbean Rugby Association, en la cual la mayoría de las integrantes del equipo eran nuevas y por lo mismo, se acompañaron en el proceso y acuerparon en el campo. Estas pequeñas acciones ayudaron a Michelle a convertirse en la jugadora que es hoy.
En 2018, también participó en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Barranquilla, Colombia, donde obtuvieron como equipo, la medalla de bronce. Un año después compitió en los Juegos Panamericanos de Lima, Perú, donde “Las Serpientes” quedaron en el séptimo lugar. Estuvo a nada de participar en los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020, pero la selección nacional se quedó en la ronda de repechaje.
Sin embargo, no todo ha sido “bonito” dentro de su desempeño en el rugby, pasaba el tiempo y notaba una distinción entre la selección femenil y varonil. Ellas tenían que “pelearse” por los uniformes, mientras que los hombres recibían los suyos sin dificultad, pero no podían quejarse porque debían de “agradecer ser parte de la selección”.
“Y no nos peleamos realmente por el uniforme, sino por lo que representa que al ser un equipo femenil no tengamos uno propio; es decir, ¿cuándo le has puesto a los hombres un uniforme de mujer?”.
El comprender estas desigualdades la llevó a escoger mejor las batallas que quería dar no sólo para lograr una mayor equidad, sino también para abrir brecha para las nuevas generaciones de jugadoras, pues lo que ella busca con su actuar -dentro y fuera de las canchas de rugby- es que otras niñas y adolescentes se inspiren a jugar, pero teniendo las mismas oportunidades y condiciones que los hombres.
Una meta de la jugadora es implementar un programa deportivo, específicamente de rugby, en las cárceles de mujeres del país. Para Mich, esta sería una oportunidad para las mujeres de conocerse, construir vínculos y sobre todo, divertirse entre ellas:
“Esto lo vi con los hombres en las cárceles de sudamérica y pensé por qué no hacerlo también con las mujeres, si para ambos son segundas oportunidades. Creo que de hacerlo se pueden encontrar con la pasión y emoción que yo sentí al jugar por primera vez”.
Pero con lo que también sueña es que en un futuro haya más apoyo para las mujeres en el deporte, así aquellas niñas que quieran jugar rugby podrán seguir su corazón y romper con los miedos impuestos por la sociedad sobre la rudeza o violencia del rugby.
“Lo más importante es seguir tu corazón, ese fuego que tienes dentro porque finalmente en la vida venimos a aprender, a ser mejores seres humanos y a ser felices, aunque no siempre sea fácil”.