Isabella Aranda Espinosa, 19 años,
Natación artística
Por Ximena Torres
Ilustración por: Diana Vega | @diana.mandarina
Isabella Aranda, o Isa, como le dicen la mayoría de sus conocidos, tuvo que esperar a cumplir siete años para sentir la paz, el silencio y la concentración que estar debajo del agua le permite. Desde muy pequeña su mamá le propuso entrar a la escuela de nado sincronizado en la que ella estuvo en su adolescencia para que Isabella probara un deporte más de entre todos aquellos que la mantuvieron activa durante los primeros años de su vida.
Por fin llegó la edad esperada y sin que le pasara por la cabeza lo lejos que llegaría, Isa se convirtió en una deportista de alto rendimiento. A los 18 años ya se había colgado dos medallas de oro en los Juegos Panamericanos Junior Cali Valle en Colombia, también se había subido al pódium en las nueve Olimpiadas Nacionales en las que participó, a eso hay que sumarle los reconocimientos logrados en las competencias panamericanas de la Unión Americana de Natación.
Su mamá Vero, además de introducirla a la natación artística, es su mayor inspiración. En los momentos de frustración le recordaba que llorar estaba bien, pero que no eran cosa de diario. Siempre le ayudó a Isabella a ver las partes más bonitas del deporte.
Con la experiencia Isa también reconoce que el alto rendimiento la llevó al límite más de una vez. Durante los 12 años que practicó su disciplina, lo que le más le pesaba era el tiempo que no podía pasar con su familia o con sus amigos. Recuerda la primera vez que se fue a la Ciudad de México a entrenar con la Selección Nacional Junior como una de las pruebas más difíciles.
“Tenía 11 años y me fui a vivir con la familia de una amiga. Me apoyaba mucho en mi mamá, entonces no tenerla cerca era complicado. Los entrenamientos fueron totalmente diferentes a lo que yo estaba acostumbrada. Durante esos meses lloré mucho, pero estaba ahí porque quería, no había más que adaptarme”.
Los Juegos Panamericanos Junior de Cali, Colombia, también fueron de las experiencias más duras para su mente y su cuerpo. Fueron meses llenos de presión, entrenando como medallista, en sesiones dobles de hasta ocho horas, con dietas. Pero aún así lo volvería a hacer, porque fue increíble escuchar a la tribuna colombiana echarle porras como si ella fuera su paisana.
Cuando Isa se daba cuenta de que había vencido la presión y la competencia, las nuevas rutinas y temporadas, ganaba motivación. Y como dejar de lado las amistades que la impulsaron a ir a entrenar con gusto cada día, porque sabía que estaría en un ambiente de disfrute.
Crecer y tomar conciencia de sus procesos de superación le sembraron una mentalidad de deportista “de ir siempre por un escalón más”, dice ella.
A sus 19 años, Isa ha decidido seguir en el deporte desde una nueva perspectiva. Muy satisfecha con su carrera en el alto rendimiento se retiró de la natación artística para empezar sus estudios universitarios en Mercadotecnia deportiva, en Guadalajara, cerca de su familia.
Está satisfecha, porque la disciplina, la capacidad para trabajar en equipo y todas las demás virtudes del nado sincronizado le ayudaron a formar su autoestima, su seguridad y su espíritu durante su infancia y los primeros años de su juventud. Espera emocionada los panoramas que se abren ante sus ojos y en el futuro se imagina trabajando con otras deportistas en su equipo de representación.
“Ser deportista puede ser difícil, pero vale la pena quedarse, luchar para cumplir los sueños y darse cuenta de lo que eres capaz”, es su mensaje para otras niñas y mujeres.